Memoria y pérdida en la Era Digital. Para Anna Casanovas

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  • Date: February 14, 2022
  • Categories: Talks
Memoria y pérdida en la Era Digital. Para Anna Casanovas

Jornadas en homenaje a la Dra. Anna Casanovas. Universitat de Barcelona. 29.09.2017.

Image: Audrey Samson, Ne Me Quitte Pas

Talk Transcription (In Spanish):

“Quería empezar esta charla sobre la memoria con unos recuerdos que tengo con Anna. Cómo muchos de vosotros ya sabéis, Anna era mi directora de tesis. Desde mis primeros días en Barcelona, cuando apenas hablaba dos palabras de castellano, ella me acogió como profesora -y de alguna forma- cómo madre. Anna era siempre disponible para sus alumnos, escuchaba a nuestros problemas académicos y personales, a menudo tomábamos el café y comíamos juntas.

Hace 4 años y medio Anna me llamó a su despacho para ayudarla recoger todas las cosas que había allí. Era el último día en la Universidad de Barcelona para las dos: ella se estaba jubilando y yo acababa de entregar la tesis. Fin de época para las dos, pero mucho más para ella.El plan era simple: primero vaciarlo todo y luego ir a comer y celebrar así nuestro último día en la uni. Al final, entre tantas cosas, se nos complicó el plan.Quedamos toda la mañana allí, intentando salvar lo que se tenía que salvar: los libros y su archivo de videos en VHS que mantenía durante más que treinta años -que reflejaban un trozo de memoria cultural importante. Luego empezamos a mirar entre sus apuntes, trabajos, documentos, artículos… todas estas cosas que reflejaban su recorrido por la universidad, durante todos estos años. Al final, Anna desistió de rescatarlas, buscó una bolsas plásticas negras de dimensiones impresionantes -seguro que cabíamos las dos dentro- y empezó a romper papeles y tirarlo todo. “ayúdame con esto” y allí nos pusimos las dos, rompiendo papeles y llenando estas bolsas, mientras empezamos a hablar y contar historias. Ella estaba muy contenta, me dijo que lo que dejaba atrás al jubilarse no eran estos papeles y documentos, sino sus estudiantes que seguirían con su obra. Siempre le gustaba decir que su obra éramos nosotros, para animarme a seguir con la docencia, dentro de este panorama académico difícil para nuevos investigadores.

Pero como pasaba muy a menudo con Anna, pronto dejó las ceremonias y empezamos a hablar de nuestras historias personales. De nuestros amores y desamores, riéndonos con historias del pasado. Ya conocía algunas de estas historias porque siempre hablaba de forma abierta de su vida en clase. “Oye anna,” le pregunto en algún momento. “Porqué nos contabas tus historias de amor en clase?” Y ella me dijo riéndose “era para despertaros cuando os quedabais casi dormidos”

Y Anna era así. Prefería dejar el pasado atrás y enfocarse en el presente, excepto cuando se trataba de alguna historia interesante.

Hace pocos meses estaba buscando alguna información por mi mail y surgió una lista de resultados, con uno de los mails de Anna allí. Me lo leí y pensé que, este mail estaría siempre allí, sin ningún cambio en su materia intangible -salvo que alguien destroza de forma física los servidores donde está guardado. Por otro lado, muchas de las cosas tangibles que Anna ha dejado ya fueron destruidos, como las notas que rompimos en la uni, y los otros se degradarían pronto.

Y así empecé a pensar sobre el tema de la memoria:

  1. lo que queda en nuestra cabeza y está allí, para recordarlo,
  2. lo que queda reflejado en materia tangible cómo testimonio del pasado que va deteriorando con el tiempo (mi background es la arqueología entonces tengo con este tema mucha afinidad) y, finalmente
  3. el formato digital, que quedará siempre allí sin ningún cambio, salvo que cambien los medios que tenemos para accederlo, y entonces se hará inaccesible -igual que las cintas VHS del archivo de Anna, los cd-roms y muchos medios de la arqueología mediatica.

Estos medios, humanos, analógicos o digitales no sólo guardan la memoria, sino también la generan e impactan nuestra forma de recordar y olvidar.

  1. Recordar significa volver a pasar por el corazón

Cómo muchos ya sabéis, la palabra recordar, viene del prefijo “re” y la palabra “cordis”, que en latín quiere decir corazón. Y es porque los romanos creían que preservamos nuestras memorias en nuestros corazones y cuando recordamos algo, esta memoria vuelve a pasar por el corazón antes de surgir.

Y aunque hoy sabemos que las memorias no se guardan allí -sino en partes diferentes en nuestro cerebro, que aún los científicos no han identificado a 100%- esta definición dice algo muy concreto sobre nuestra forma de recordar. Quiere decir que nuestras memorias no son un “replay” -una repetición- de lo que había pasado, sino durante el acto de recordar nuestro cerebro recoge unos elementos que han quedado en la memoria y los vuelve a reconstruir en una narrativa. Durante esta construcción de la memoria, que siempre ocurre en tiempo real, el cerebro enriquece lo que hemos observado cuando algo pasó, es decir, lo que percibimos con nuestras sensaciones, con nuestra interpretación del evento y, finalmente con lo que sabemos que seguro estaba allí. Es decir, el cerebro no es un repositorio o un archivo donde podemos encontrar la información intacta cada vez que la buscamos. Es una mezcla de lo que pasó con lo que percibimos, lo que sabemos ahora o lo que deducimos, que cada vez cambia.

Por ejemplo, yo me acuerdo que aquel día en el despacho de Anna había sol, y me acuerdo de la ropa que llevábamos puesta, entonces deduzco que había calor, y me acuerdo del olor de los papeles, pero en realidad puede ser un olor que mi cerebro acaba de depositar en esta memoria, sin que estuviera particularmente presente en aquel momento.

A veces las cosas se complican aún más: son las historias de nuestra infancia nuestras memorias o historias que nos han contado muchas veces y pensamos que las acordamos?

  1. La memoria omnipresente

Gracias a la tecnología digital, ya no tenemos que contar en nuestra memoria frágil y subjetiva para recordarnos de las cosas que pasan. Es la primera vez en la historia de la humanidad que se documenta todo y se registra en servidores, donde lo podemos buscar en cualquier momento. Cada día se suben más que 350 millones de imágenes en Facebook, 300 horas de videos se suben en Youtube cada minuto, se envían mails, y los pensamientos quedan registrados en mensajes, apuntes y búsquedas de google. Cada persona con un teléfono móvil deja sus rastros digitales, todos sus recorridos en la ciudad en bases de datos, y si lleva puestos unos dispositivos de fitness, deja registrados sus métricas biológicas, cómo su actividad física, el sueño, la comida, la menstruación, los látidos del corazon. Todo aquello se convierte en Big Data, que se registra de forma barata y permanente para siempre.

Esto ha cambiado nuestra forma de recordar las cosas: ya no las pasamos por el corazón, sino por el teléfono móvil. Tomamos fotos y vídeos de los eventos sin observar lo que está pasando. No tomamos el tiempo para recordarnos de títulos de películas o de números de teléfonos, porque si queremos recordarnos de algo, simplemente tenemos que buscar el registro. Es lo que se denombró por un estudio académico publicado en Science por BetsySparrowcómo “amnesia digital”: han encontrado que la mayoría de la gente ya no tenía la capacidad de recordarse de cosas importantes, pero era muy fácil para ellos encontrar la información de nuevo.

Y, es una paradoja, que por un lado tenemos la “amnesia digital” y por otro lado la imposibilidad del olvido. Nuestros datos siempre van a estar allí, van a durar más que nosotros. Para las empresas tecnológicas, estos datos son una fuente de conocimiento de usuarios, de hábitos de consumidores, y una mina de oro, que nunca van a dejar desaprovechada.

Pero al final, es tan malo olvidar y reconstruir las memorias? De alguna forma reconstruir una memoria es volver a evaluarla, entender lo que está pasando, dejar pasar por los sentidos y no sólo por los dispositivos móviles. Esta infiltración de datos que hacemos con nuestros sentidos es imprescindible para formar el conocimiento y para extraer conclusiones.

  1. La importancia del olvido

El otro día estaba leyendo en la Guardian un artículo sobre la hyperthymesia, el acto de recordar cada pequeña detalle en la vida. Hay pocos casos de personas registradas con esta condición, como Jill Price a quien le resulta imposible olvidar de ninguna detalle de lo que le ha pasado durante los últimos 30 años, y cada pequeña cosa le puede acordar de un evento con todo detalle, lo que le causa problemas para enfocarse en lo que está pasando y en tomar decisiones, porque el pasado para ella es muy presente, como una película que se proyecta en su mente. Esto a veces causa sufrimiento porque revivir el pasado a veces quiere decir revivir los momentos más tristes. Además, los científicos que han estudiado su caso dicen que ni ella está exenta de revisión de memoria. Esto quiere decir que ella también reformula las memorias igual que nosotros.

Al contrario, la digitalización de la memoria significa que nunca tendremos que preocuparnos de revisiones y cambios. Pero, por el otro lado, toda esta Big Data donde se guardan los trozos de nuestra vida, son un tipo de hyperthymesia, inundándonos con imágenes, videos, mensajes que al final nunca vamos a volver a ver o revisar, porque hacerlo, significaría dejar de vivir en el presente y dedicarnos a vivir el pasado, una y otra vez. A la vez, muchas veces nuestros datos quedan online sin nuestro consentimiento para un tiempo indefinido. En europa se ha votado el derecho para el olvido. Esto quiere decir que puedes hacer una solicitud a Google para que deje fuera de las búsquedas cosas que quieres que la otra gente olvida de ti -por ejemplo si has hecho algún error en el pasado. Incluso así, los datos quedan en el internet – pero son mucho más difíciles para acceder en este parte del mundo.

Que podríamos hacer para restablecer el equilibrio entre la memoria y el olvido en el contexto del mundo digital? Según el profesor Viktor Mayer Schönberger, que se dedica a la regulación del internet, podríamos diseñar la tecnología que guarda nuestros datos -los móviles, los ordenadores, los discos duros, incluso nuestros perfiles online- para que borren los datos después de un período de tiempo. Así estaríamos más atentos al acto de recordar las cosas nosotros mismos, no simplemente de registrarlas.

Pero a la gente le da miedo tirar estos dispositivos, incluso cuando dejan de funcionar. Supongo que muchos de vosotros tendréis algún dispositivo en casa que apenas funciona y que nunca consultáis, sin embargo, no lo tiráis porque allí tenéis fotos que nunca vais a ver, textos que nunca váis a leer. Cómo nos liberamos de esta dependencia?

La artista Audrey Samson, intenta ayudar a la gente liberarse de estos dispositivos, a través de una obra de arte participativo. La obra se llama “ne me quitte pas”, no me olvides, haciendo referencia a la famosa canción francesa. Cada participante podía guardar memorias digitales en un dispositivo -tal vez de un amor del pasado o de cosas que les resultaban difícil de recordar pero difícil de borrar de la memoria también. Y juntos, sumergían el dispositivo en resina sintética, quitándo su funcionalidad y volviendo la memorias digitales a su hábitat natural, nuestra memoria humana, frágil y temporal.

 

Fin:

Al final, no importa que nuestra memoria personal es imperfecta, que siempre va cambiando y deteriorando con la edad. Lo que importa es que para recordar, tenemos que volver a pasarlo todo por nuestra corazón. Y es este camino que pasa por el corazón la mejor forma de recordarnos a Anna.

Gracias”